Fa un parell de dies al blog del meu antic company d'INEF Jaime Vigaray vaig veure aquesta bonita història que he cregut interessant traduïr al castellà per que la poguem compartir entre tots. Si voleu la versió original la trobareu al seu blog que està dins la meva llista. He intentat ser el més fidel a l'original així que disculpau les errades que hagi pogut fer.
La veritat es que al final et dona a reflexionar damunt l'importància que li podem donar a les coses.
Hace un par de días en el blog de mi antiguo compañero de INEF Jaime Vigaray vi esta bonita historia que he creido interesante traducir al castellano para que la podamos compartir entre todos. Si quereis ver la versión original la encontrareis en su blog que está en mi lista. He intentando ser lo más fiel al original así que disculpad los errores que haya podido hacer.
La verdad es que al final te da para reflexionar sobre la importancia que le podemos dar a las cosas.
Esta es una bonita, o triste, historia acerca de alguien a quien los doctores dieron 10 años de vida, su nombre es Michael Leary, entrenador de perros de carreras y campeón mundial como ser humano.
Gracias a Doc, Brett Sutton, por compartir con nosotros este relato real de alguien a quien conoció muy de cerca.
Hoy, me acabo de enterar que una de las personas más valientes que he conocido ha fallecido. No hubo medalla de oro, ni multitudes vitoreando o fanfarria para Michael Leary de 40 años. Fue uno de los seres humanos más amables y entrañables del planeta, a pesar de su vida luchando desde el primer día. Es una historia épica, pero os daré la versión abreviada del tipo de hombre que fue Michael Leary.
Conocí a Michael cuando tenía 6 años de edad. Sus padres me lo trajeron para aprender a nadar. Al ver su tamaño, yo habría dicho que estaba más cerca de tener 3 o 4 años de edad. Michael era pequeño, muy pequeño. Pero sus padres pidieron hablar conmigo. Me mostraron su historial médico y me enteré de que había estado entrando y saliendo de los hospitales durante toda su corta vida. Los médicos habían dicho que no viviría más allá de la edad de 10 años, incluso antes y sugirieron que sería bueno para el pequeño Michael que se mezclara con otros niños e hiciera algunas cosas normales, porque había poco tiempo para vivir.
Así fue que un jovencísimo Sutto fue contratado para que le enseñara a nadar. Michael aprendió rápidamente, era un chico callado pero muy inteligente. Les dijimos a sus padres que se olvidaran de los médicos si decían que era demasiado frágil para cualquier entrenamiento, le permitimos unirse al equipo y ver cómo iba, él podía venir a natación y disfrutar de los viajes en autobús que organizaba sólo para los niños - no los padres. Que a los niños les encantaba! La madre y el padre respondieron con un «ya veremos». Y luego añadieron que él no podía ir a ninguna parte sin ellos ya que sus funciones corporales variaban continuamente. Así, se decidió que se uniría a los Tiburones y "ya veríamos".
Bueno, Michael nadó y nadó. Ese chico lo daba todo. Luego salía a la piscina y estaba extenuado. Sus padres lo recogían, lo metían en el coche y luego él tenía que discutir y luchar para que lo trajeran al día siguiente. A él le encantaba nadar. Pasaron cuatro años y Michael cumplió 10. El cumpleaños que los médicos dijeron que nunca tendría. Todavía estaba en esa edad vistiendo su uniforme de Viking con orgullo. Con 12 años de edad, Michael empezó a venir a los viajes de autobús y tras el voto unánime de sus compañeros de equipo se unió a los chicos a ir con nuestro equipo seleccionado para los campeonatos del Estado, a pesar de que no podía acercarse a los tiempos de calificación. Tal fue el amor de la gente por Michael que incluso pagaron su pasaje.
No entendáis mal esto. Michael no era un caso de caridad. Se dejó la piel con la capacidad que tenía y todos estábamos asombrados. Hacía una sesión de natación y luego cuando acababa se iba a otra de diálisis. Cuando se hizo más mayor fue cuando los médicos le dijeron que dejara el entrenamiento, ya que estaba afectando a su tratamiento, él dijo que "su" tratamiento estaba funcionando. Los médicos pueden esperar.
Ni una sola vez escuché a Michael quejándose de sus problemas. Ni una sola vez. Y tuvo la más grande, así como tranquila sonrisa en su cara. Todavía recuerdo cuando a los 13 años sus padres me dijeron que iba a tener que llevar una bolsa (catéter) la próxima semana y que la vida que había llegado a conocer y aceptar estaba a punto de cambiar de nuevo. ¡Oh, cómo subestimaron su hijo!
Le dije: "Michael tenemos los campeonatos estatales por delante y eres parte del equipo, los chicos quieren que vayas. ¿Puedes conseguir que te pongan la “bolsa” después de la competición?“ Él dijo: "Entrenador yo voy allí, ¡los médicos pueden esperar!”
Esa temporada teníamos un equipo en su grupo de edad, por lo que en las eliminatorias todos los chicos votaron poner los 3 mejores y meter a Michael en el relevo. Eso fue un gran acto, ya que la mayoría de los padres de los niños nadadores son de los que piensan en ganar, ganar y ganar. Y así, como esperaba estallaron cuando se enteraron. Fue entonces cuando me enteré de que no hay niños malos, sino malos padres. De todos modos, todos votaron a favor y Michael fue colocado en la salida.
A la edad de 13 Michael tenía el tamaño de uno de 8 años de edad. Declinó la oferta de sus compañeros para estar en la salida para no tener problemas con sus padres, pero entré y les dije que yo era el jefe y si los chicos quieren, tú nadas. Si tú piensas que no puedes, háznoslo saber. Él sólo me sonrió y dijo: "Entonces estoy listo".
Los niños forzaron en los relevos para dar a Michael una gran ventaja. No tenían por qué preocuparse, 100 metros más adelante y una mejor marca personal de 5 segundos y el equipo se mantuvo en el liderato durante toda la carrera para conseguir la victoria.
Michael no era la mascota del Club Natación Viking como otros padres pensaban. Él era el corazón y el alma del Club Natación Viking. Fue uno de esos momentos deportivos mágicos que nunca veré en otro lugar, excepto aquí.
El niño al que se le dio la pena de muerte a los 8, con la advertencia a los 10 ahora era un adolescente. Y así hizo lo que los muchachos de su edad hacían y se fue con sus compañeros y se unió a un club de surf.
Creo que fue en Dixon Park, cerca de Newcastle. Con su “bolsa”, iba a hacer todas las patrullas del club de surf. Hizo rescates. Salvó a gente. Se ganó a todos los presentes al igual que lo había hecho en el Club Natación Viking. Michael seguía siendo el muchacho más tranquilo que puedan conocer. Con la ayuda de los médicos creció algo, pero él seguía siendo el hombre pequeño con el corazón más grande.
En los viajes de autobús cuando tenía sus pequeños problemas. Se sentaba atrás hasta que todo el mundo había bajado y decía: "Entrenador, tenemos uno de nuestros momentos". Y él y yo nos entendíamos. Después más tarde nos reíamos ambos de la situación, y me decía, "¿cómo es que a usted verme orinar y defecar no parece molestarle?" Mi respuesta fue: "Hijo, he recogido mierda de perro toda mi vida." Y eso fue el comienzo de la próxima etapa de su vida...
Michael fue a la isla de Hamilton para trabajar como sereno (no he sabido traducirlo mejor). Ahora, siendo un joven adulto, Michael se volvió más introvertido cuando sus problemas físicos no le volvían a dejar hacer actividades cotidianas de forma normal. La “mierda de perro” volvía a aparecer.
Sus padres dijeron que estaba muy deprimido. Su estado físico se fue deteriorando y no sabían qué hacer. Bueno, para acortar la historia, yo tenía una vieja perra llamada Choco, que vendí a Michael. Crió una camada de cachorros de ella y como con todo lo que hizo Michael se animó y cuidó de los cachorros con todo el celo y entusiasmo que puede esperarse de un campeón.
Choco y sus cachorros dieron una nueva vida a Michael. Sus padres fueron testigos de esta nueva alegría al cuidar a los cachorros en su exilio autoimpuesto. Choco resultó ser un importante punto de inflexión en la vida de Michael ya que se dio cuenta de que podía trabajar en soledad con los perros. No había preguntas por responder, podía manejar su propio calendario. El trabajo no era físico, lo que necesitaba era tiempo y él tenía ese tiempo. Eso fue lo que le dio otra motivación, y esa motivación era continuar con su vida otros 4 o 10 o 15 años, incluso otros 20 años.
Sí, Michael desafió de nuevo a la muerte y nunca hubo un día en el que no se enfrentó a ella con el dolor o dificultad, incluso salir corriendo a los médicos y hospitales. Sin embargo, su mantra funcionaba, como había oído muchas veces antes, "los médicos pueden esperar".
Los cachorros de Michael no llegaron a ser campeones pero ganaron carreras. Y tenían el nombre de su entrenador Michael Leary junto a sus nombres en el libro. Estaba muy orgulloso. Entonces, comenzó a entrenar perros para otras personas y de nuevo atrajo consigo mismo una gran cantidad de buena voluntad a la industria de galgos.
Este tipo era un verdadero campeón que durante 41 años soportó el dolor y la lucha diaria. Su carácter y voluntad para sobrevivir afectaban a todos los que se encontraba. En su funeral, que yo lamentablemente no pude asistir, había gente del Club Natación Viking, el Parque Dixon Surf Club y luego dos autobuses llenos de compañeros de trabajo de la isla de Hamilton.
Hubo muchos que no fueron informados de su fallecimiento, ya que se supone que debía haber sido, como mínimo, 20 a 35 años antes. Incluso mi madre, ella estaba allí y le dijo a su familia que estaba sorprendida. Michael obtuvo el respeto y no la compasión en todos los lados donde estuvo. En el club de natación fue el más trabajador. En el club de surf fue el más diligente y en la isla de Hamilton, el trabajador más consistente.
Aparte de toda esta mezcla de personas añadir un montón de gente que vino a presentar sus respetos que le conocían en el tiempo presente, como el entrenador de perros. Sí, el pequeño gran hombre que dijo a los médicos que podían esperar. Michael hizo esperar durante 35 años. Amaba la vida, amaba la lucha, y amaba a sus perros.
Michael Leary fue un campeón del que su familia debería estar muy orgullosa. Es gente como él los que me inspiran. Cuando siento la necesidad de un poco de autocompasión me acuerdo que era algo que nunca hizo Michael Leary, ¡era demasiado grande para eso!
Gracias a Doc, Brett Sutton, por compartir con nosotros este relato real de alguien a quien conoció muy de cerca.
Hoy, me acabo de enterar que una de las personas más valientes que he conocido ha fallecido. No hubo medalla de oro, ni multitudes vitoreando o fanfarria para Michael Leary de 40 años. Fue uno de los seres humanos más amables y entrañables del planeta, a pesar de su vida luchando desde el primer día. Es una historia épica, pero os daré la versión abreviada del tipo de hombre que fue Michael Leary.
Conocí a Michael cuando tenía 6 años de edad. Sus padres me lo trajeron para aprender a nadar. Al ver su tamaño, yo habría dicho que estaba más cerca de tener 3 o 4 años de edad. Michael era pequeño, muy pequeño. Pero sus padres pidieron hablar conmigo. Me mostraron su historial médico y me enteré de que había estado entrando y saliendo de los hospitales durante toda su corta vida. Los médicos habían dicho que no viviría más allá de la edad de 10 años, incluso antes y sugirieron que sería bueno para el pequeño Michael que se mezclara con otros niños e hiciera algunas cosas normales, porque había poco tiempo para vivir.
Así fue que un jovencísimo Sutto fue contratado para que le enseñara a nadar. Michael aprendió rápidamente, era un chico callado pero muy inteligente. Les dijimos a sus padres que se olvidaran de los médicos si decían que era demasiado frágil para cualquier entrenamiento, le permitimos unirse al equipo y ver cómo iba, él podía venir a natación y disfrutar de los viajes en autobús que organizaba sólo para los niños - no los padres. Que a los niños les encantaba! La madre y el padre respondieron con un «ya veremos». Y luego añadieron que él no podía ir a ninguna parte sin ellos ya que sus funciones corporales variaban continuamente. Así, se decidió que se uniría a los Tiburones y "ya veríamos".
Bueno, Michael nadó y nadó. Ese chico lo daba todo. Luego salía a la piscina y estaba extenuado. Sus padres lo recogían, lo metían en el coche y luego él tenía que discutir y luchar para que lo trajeran al día siguiente. A él le encantaba nadar. Pasaron cuatro años y Michael cumplió 10. El cumpleaños que los médicos dijeron que nunca tendría. Todavía estaba en esa edad vistiendo su uniforme de Viking con orgullo. Con 12 años de edad, Michael empezó a venir a los viajes de autobús y tras el voto unánime de sus compañeros de equipo se unió a los chicos a ir con nuestro equipo seleccionado para los campeonatos del Estado, a pesar de que no podía acercarse a los tiempos de calificación. Tal fue el amor de la gente por Michael que incluso pagaron su pasaje.
No entendáis mal esto. Michael no era un caso de caridad. Se dejó la piel con la capacidad que tenía y todos estábamos asombrados. Hacía una sesión de natación y luego cuando acababa se iba a otra de diálisis. Cuando se hizo más mayor fue cuando los médicos le dijeron que dejara el entrenamiento, ya que estaba afectando a su tratamiento, él dijo que "su" tratamiento estaba funcionando. Los médicos pueden esperar.
Ni una sola vez escuché a Michael quejándose de sus problemas. Ni una sola vez. Y tuvo la más grande, así como tranquila sonrisa en su cara. Todavía recuerdo cuando a los 13 años sus padres me dijeron que iba a tener que llevar una bolsa (catéter) la próxima semana y que la vida que había llegado a conocer y aceptar estaba a punto de cambiar de nuevo. ¡Oh, cómo subestimaron su hijo!
Le dije: "Michael tenemos los campeonatos estatales por delante y eres parte del equipo, los chicos quieren que vayas. ¿Puedes conseguir que te pongan la “bolsa” después de la competición?“ Él dijo: "Entrenador yo voy allí, ¡los médicos pueden esperar!”
Esa temporada teníamos un equipo en su grupo de edad, por lo que en las eliminatorias todos los chicos votaron poner los 3 mejores y meter a Michael en el relevo. Eso fue un gran acto, ya que la mayoría de los padres de los niños nadadores son de los que piensan en ganar, ganar y ganar. Y así, como esperaba estallaron cuando se enteraron. Fue entonces cuando me enteré de que no hay niños malos, sino malos padres. De todos modos, todos votaron a favor y Michael fue colocado en la salida.
A la edad de 13 Michael tenía el tamaño de uno de 8 años de edad. Declinó la oferta de sus compañeros para estar en la salida para no tener problemas con sus padres, pero entré y les dije que yo era el jefe y si los chicos quieren, tú nadas. Si tú piensas que no puedes, háznoslo saber. Él sólo me sonrió y dijo: "Entonces estoy listo".
Los niños forzaron en los relevos para dar a Michael una gran ventaja. No tenían por qué preocuparse, 100 metros más adelante y una mejor marca personal de 5 segundos y el equipo se mantuvo en el liderato durante toda la carrera para conseguir la victoria.
Michael no era la mascota del Club Natación Viking como otros padres pensaban. Él era el corazón y el alma del Club Natación Viking. Fue uno de esos momentos deportivos mágicos que nunca veré en otro lugar, excepto aquí.
El niño al que se le dio la pena de muerte a los 8, con la advertencia a los 10 ahora era un adolescente. Y así hizo lo que los muchachos de su edad hacían y se fue con sus compañeros y se unió a un club de surf.
Creo que fue en Dixon Park, cerca de Newcastle. Con su “bolsa”, iba a hacer todas las patrullas del club de surf. Hizo rescates. Salvó a gente. Se ganó a todos los presentes al igual que lo había hecho en el Club Natación Viking. Michael seguía siendo el muchacho más tranquilo que puedan conocer. Con la ayuda de los médicos creció algo, pero él seguía siendo el hombre pequeño con el corazón más grande.
En los viajes de autobús cuando tenía sus pequeños problemas. Se sentaba atrás hasta que todo el mundo había bajado y decía: "Entrenador, tenemos uno de nuestros momentos". Y él y yo nos entendíamos. Después más tarde nos reíamos ambos de la situación, y me decía, "¿cómo es que a usted verme orinar y defecar no parece molestarle?" Mi respuesta fue: "Hijo, he recogido mierda de perro toda mi vida." Y eso fue el comienzo de la próxima etapa de su vida...
Michael fue a la isla de Hamilton para trabajar como sereno (no he sabido traducirlo mejor). Ahora, siendo un joven adulto, Michael se volvió más introvertido cuando sus problemas físicos no le volvían a dejar hacer actividades cotidianas de forma normal. La “mierda de perro” volvía a aparecer.
Sus padres dijeron que estaba muy deprimido. Su estado físico se fue deteriorando y no sabían qué hacer. Bueno, para acortar la historia, yo tenía una vieja perra llamada Choco, que vendí a Michael. Crió una camada de cachorros de ella y como con todo lo que hizo Michael se animó y cuidó de los cachorros con todo el celo y entusiasmo que puede esperarse de un campeón.
Choco y sus cachorros dieron una nueva vida a Michael. Sus padres fueron testigos de esta nueva alegría al cuidar a los cachorros en su exilio autoimpuesto. Choco resultó ser un importante punto de inflexión en la vida de Michael ya que se dio cuenta de que podía trabajar en soledad con los perros. No había preguntas por responder, podía manejar su propio calendario. El trabajo no era físico, lo que necesitaba era tiempo y él tenía ese tiempo. Eso fue lo que le dio otra motivación, y esa motivación era continuar con su vida otros 4 o 10 o 15 años, incluso otros 20 años.
Sí, Michael desafió de nuevo a la muerte y nunca hubo un día en el que no se enfrentó a ella con el dolor o dificultad, incluso salir corriendo a los médicos y hospitales. Sin embargo, su mantra funcionaba, como había oído muchas veces antes, "los médicos pueden esperar".
Los cachorros de Michael no llegaron a ser campeones pero ganaron carreras. Y tenían el nombre de su entrenador Michael Leary junto a sus nombres en el libro. Estaba muy orgulloso. Entonces, comenzó a entrenar perros para otras personas y de nuevo atrajo consigo mismo una gran cantidad de buena voluntad a la industria de galgos.
Este tipo era un verdadero campeón que durante 41 años soportó el dolor y la lucha diaria. Su carácter y voluntad para sobrevivir afectaban a todos los que se encontraba. En su funeral, que yo lamentablemente no pude asistir, había gente del Club Natación Viking, el Parque Dixon Surf Club y luego dos autobuses llenos de compañeros de trabajo de la isla de Hamilton.
Hubo muchos que no fueron informados de su fallecimiento, ya que se supone que debía haber sido, como mínimo, 20 a 35 años antes. Incluso mi madre, ella estaba allí y le dijo a su familia que estaba sorprendida. Michael obtuvo el respeto y no la compasión en todos los lados donde estuvo. En el club de natación fue el más trabajador. En el club de surf fue el más diligente y en la isla de Hamilton, el trabajador más consistente.
Aparte de toda esta mezcla de personas añadir un montón de gente que vino a presentar sus respetos que le conocían en el tiempo presente, como el entrenador de perros. Sí, el pequeño gran hombre que dijo a los médicos que podían esperar. Michael hizo esperar durante 35 años. Amaba la vida, amaba la lucha, y amaba a sus perros.
Michael Leary fue un campeón del que su familia debería estar muy orgullosa. Es gente como él los que me inspiran. Cuando siento la necesidad de un poco de autocompasión me acuerdo que era algo que nunca hizo Michael Leary, ¡era demasiado grande para eso!
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